La palabra crítica se refiere a la censura de las acciones y conductas de otro individuo, la autocrítica entonces puede definirse como el
reconocimiento de las propias acciones y
conductas erradas.
Por lo general, la autocrítica está
cargada de un significado positivo, ya que se piensa que al criticarse a sí mismo se
es lo suficientemente maduro y responsable para asumir los desaciertos en la vida, pero ¡ojo! esta concepción no es del todo cierta, juzgarte a ti mismo
puede ser más negativo de lo que piensas.
Flexibilidad y responsabilidad
En lugar de criticarte a ti mismo, es más sano practicar la aceptación de los
propios errores como hechos ineludibles inherentes a la naturaleza
humada. Es decir, hacerle honor a la frase “Todos somos imperfectos”, ya que, aunque trillado, es cierto, todos somos imperfectos.
La autocrítica se diferencia de la
aceptación de los traspiés, porque la primera apunta más a la censura del propio
proceder, con la consecuente desmoralización, mientras que la segunda hace
referencia a la humildad que representa reconocer los propios defectos y tener
la intención de trabajar en el mejoramiento de ellos.
En definitiva, la clave está en qué
tan dócil seas contigo mismo. Mientras mas inflexible, más difícil será la
tarea de admitir tus debilidades y fortalezas. ¡Tómatelo con calma! eso sí,
preferir la aceptación antes que la a la autocrítica no quiere decir que tengas luz verde para recaer en los mismos
errores una y otra vez, descartando toda acción rectificadora. Cuando esto
ocurre, las actitudes y acciones equivocadas suelen verse como normales, y
por esta razón se repiten sin ningún sentimiento
de culpa.
En este sentido, la responsabilidad juega un papel importante para estimular tu independencia y crecimiento
tanto psicológico como emocional. En conclusión, no te autocritiques, reconoce tus actos y asume sus consecuencias. Nada más.
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